I Raid al desierto

La carretera de Alnif

Por Luis González López (Dr. Jons)

Abril de 1992, el grupo formado por dos todo terreno y cuatro motos TT circulaba extasiado por una de esas carreteras con rectas interminables que se perdían en el horizonte juntándose con el  cielo. Estábamos descubriendo el desierto por 1ª vez y teníamos la sensación del explorador que descubre parajes hasta entonces inéditos para él.  A derecha e izquierda extensísimas llanuras cortadas al fondo por cordilleras impresionantes.  Todo ello te sumergía en un entorno sublime y espiritual que te invitaba a reencontrarte contigo mismo.

Los tres niños de 12, 10 y 8 años iban felices en el coche conducido por su madre, alborotándolo todo como siempre y alucinados también con el paisaje.

Ir  en moto era algo distinto, durante todo el trayecto solo puedes hablar contigo mismo, te asaltan sensaciones de paz y pensamientos filosóficos cuando circulas por ese entorno y entonces te das cuenta que estás más vivo que nunca. Sientes una gran sensación de soledad y al mismo tiempo sientes tu propia compañía intensamente. Te sientes feliz y a gusto sintiendo el ruido sordo del motor y el del viento al cortarlo con tu máquina.

La carretera de 90 Kms era totalmente desértica, no recuerdo encontrarnos durante todo el trayecto con ningún vehículo de frente, íbamos buscando el oasis de Tazarine del que habíamos oído hablar y del que tan solo teníamos una referencia en el mapa de estar situado al suroeste.  Todo esto tenía lugar sobre las cuatro de la tarde y el sol y el calor pegaban muy fuerte en aquel mes y en aquella latitud.


Para nuestra sorpresa vimos por el espejo retrovisor  un grupo de 3 motos BMV de carretera que se acercaban a nosotros con intención de adelantarnos.  La conducción de nuestros vehículos todoterreno recomendaba una velocidad más moderada, además estábamos disfrutando del paisaje a unos 70/80 Km/h.

Nos adelantaron saludándonos y sonrientes, cosa propia entre colegas moteros pero con la sensación de que nos decían “adiós pringaillos, ahí os quedáis con esas motos que no andan ni pa tras”  y así los vimos desaparecer poco a poco en la lejanía por delante nuestro.

El sol seguía pegando muy fuerte y el asfalto también contribuía a crear un ambiente extremadamente caluroso. Por fin divisamos a lo lejos una pequeña población con varias casitas a pie de carretera, era Alnif,  la sobrepasamos saludando a los niños que salían al paso y que nos decían con sus manos como que la carretera estaba cortada o terminaba más adelante. Y así fue como unos 500 metros más adelante el asfalto terminaba y allí estaban los colegas que nos adelantaron, de pie charlando y lamentándose de que el viaje se había terminado para ellos y ahora les tocaba regresar por donde habían venido. También estaban buscando el oasis de Tazarine tal como nos contaron cuando paramos a hablar con ellos. Después de saludarnos y desearles feliz viaje de regreso, para nosotros empezaba lo verdaderamente apasionante, encontrar el oasis de Tazarine guiándonos por la posición del sol y nuestra propia intuición, ya que por aquellas fechas no existían todavía los GPS convencionales.

En aquel momento me di cuenta de dos cosas: la sensación de “pringaillos” se la llevaban de vuelta nuestros colegas y desde entonces fui consciente y para siempre de la superioridad indiscutible que tiene un vehículo todoterreno sobre otro que no lo es.

Encaramos con cierto temor a perdernos y al mismo tiempo ilusión por lograr encontrar nuestro destino. Ante nuestros ojos se abrían impresionantes llanuras que se perdían en el infinito como un mar de piedras y arena marcadas por innumerables marcas de rodadas de otros  vehículos que habían pasado anteriormente por allí sabe Dios cuando.  

Sabíamos por el mapa que nuestro destino estaba al suroeste de Alnif, así que íbamos cogiendo las rodadas que más se aproximaban a ello guiándonos por la posición del sol y aquellas que tenían los trazos más marcados. Estas pistas se abrían como un ramillete en todas direcciones y había que estar muy atento a coger la dirección correcta.

Ahora el calor se mezclaba con el sudor y el polvo que levantábamos creando una atmósfera densa y aventurera y así estuvimos un buen rato hasta que la orografía del terreno cambió y haciéndolo más ondulado y abrupto. Divisamos a lo lejos un monolito puntiagudo que pensábamos podía indicarnos algo y decidimos acercarnos a él. Estaba sobre una pequeña loma y cuando estuvimos situados sobre ella, la visión que teníamos antes nuestros ojos nos dejó boquiabiertos. Un precioso e inmenso oasis verde se abría antes nuestros ojos contrastando sobre el color marrón del terreno que habíamos estado viendo durante varias horas. Nuca se puede olvidar la primera vez que se divisa Tazarine desde lo alto. Es sencillamente majestuoso. Después de hacer las fotos de rigor nos adentramos en él y siguiendo las indicaciones del lugar y por estrechos caminos rodeados de palmeras y riachuelos llegamos al camping Amastou, un vergel  que nos abrió las puertas a los cansados, polvorientos y sudorosos expedicionarios. Estábamos solos, éramos ese día los únicos visitantes del lugar y nada más llegar nos tiramos de cabeza a la pequeña piscina de agua refrescante que allí había. Nos instalamos en nuestras tiendas  y por la noche cenamos en una pequeña choza de barro, paja y telar de pelo de camello donde amablemente acogidos por el propietario del  lugar y a la luz de candilejas, cenamos en ese remanso de paz. La luna se dejaba ver a veces a través de las palmeras, que parecían bailar a merced del viento y al compás del croar de cientos de ranas que pululaban en los arroyos colindantes. En aquellas fechas llegar hasta allí había que ganárselo a pulso. Desde entonces y hasta hoy Tazarine quedó grabado a fuego lento en nuestros corazones.


Ese año conocimos los lagos glaciares del alto atlas, las gargantas del Todra, Zagora y las dunas de Erg Chebi donde acampamos, dejándonos ya para siempre condicionados a volver por estos lugares tan especiales que nos abrían la puerta a multitud de nuevos viajes.

Los expedicionarios cansados pero felices ya de regreso en Ceuta.